Por eso mismo me chocó. El autor de la frase, además de Ingeniero en Informática, es un usuario que se mueve por Internet mejor que muchos caminando. Ávido buscador de ofertas, chollos y gangas varias, viajero espabilado y un usuario atípico, de esos que suele tener en el navegador muchas pestañas abiertas al mismo tiempo, de los que una sola pantalla se le queda corta y por eso deben recurrir a la multitarea, abriendo pestañas y programas a diestro y siniestro para optimizar al máximo su tiempo frente al ordenador.
Precisamente por su forma de trabajar frente al ordenador es por lo que una tablet no le gusta para nada. Tiene una Samsung Galaxy de 10» y me dice estar tremendamente descontento con el propio concepto de tablet. Llegó al mundo de las tablets hace poco, porque no lo veía nada claro, y una vez adquirida (más para un uso infantil que por propio convencimiento) corrobora sus sospechas y dice abiertamente que “Las tablets son un timo”.
No puedo estar más en desacuerdo con él. No solo considero que no son un timo, sino que han venido para convertirse en el gadget indispensable en cualquier hogar (a la altura de la TV o del microondas) y cada vez más, en cualquier empresa. Yo tengo un iPad desde hace varios años, tengo el iPad original (que ahora usa mi mujer y mis hijas) y el iPad (3). Lo uso unas tres horas al día, principalmente para consumir contenido, que es para lo que está concebido, aunque poco a poco se abre paso la creación de contenido en estos mismos dispositivos, con las limitaciones que pueda tener. Para mi, sentarme en el sofá de casa, viendo la tele o no, implica tener el tablet en la mano. Me lo llevo a la cama para leer y en otras acciones más mundanas y fisiológicas también es un imprescindible. Para leer y escribir correos, para leer fuentes RSS, para gestionar los comentarios de mi blog personal, para leer libros y revistas, para acceder a las redes sociales, para jugar (poco) y por supuesto, también para trabajar. Ya no salgo a ninguna reunión sin el iPad. Con él tomo notas, saco fotos, hago listas de tareas, consulto documentos en la nube… Todavía recuerdo el coñazo de hace unos años cuando ir a una reunión implicaba llevar un maletín (maletón) con un portátil de 15», con cargador y cables, ponerlo sobre la mesa, y esperar cinco minutos a que arrancara Windows. Ahora es llegar, poner el iPad sobre la mesa, abrir la Smart Cover y empezar a trabajar, sobre la marcha.
Igual para este amigo no sea su herramienta aliada por su forma de trabajar con el ordenador, pero afirmar que “son un timo” es pasarse. Las ventas de tablets no para de crecer, mientras que la venta de PC’s, portátiles y netbooks se desploma. Estamos viendo una convergencia entre teléfonos y tabletas, las tabletas se van haciendo más pequeñas y los teléfonos más grandes, se habla ya de “tabphones” o de “phablets”. Vemos, por otro lado, como muchos equipos de sobremesa se están convirtiendo en todo-en-uno táctiles, con pantallas de más de 20».
La revolución que empezó Apple con el iPad es imparable. Una vez más, Jobs dejó un legado imborrable en el mundo de la tecnología y le dijo al consumidor lo que debía comprar. Generó un deseo, una necesidad y hasta una dependencia que antes no existía. Y me temo que esto es solo una etapa más de la tecnología. Nos queda mucho por ver, aunque sin la visión de Steve Jobs no tengo tan claro que otros fabricantes puedan tirar del carro como él lo hizo.
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